DOMINGO XXII
DEL TIEMPO ORDINARIO
1ª.- Jeremías 20, 7-9 : "La Palabra del Señor se volvió para mí oprobio y desprecio; pero era en mis entrañas fuego ardiente, encerrado en los huesos; intentaba contenerla, y no podía".
Esta lectura es parte de una de las "confesiones de Jeremías" (11, 18-23; 12, 1-6; 15, 10-11.15-21; 17, 14-18; 18, 19-23; 20, 7-18). El ministerio profético de Jeremías sólo le acarreó sinsabores y marginaciones. Esta fue la historia de su vocación profética: la había sentido como una vocación que parecía de amor, y se le manifiesta ahora como una seducción y un engaño, y se siente como una muchacha seducida y burlada. Pero al mismo tiempo se ha sentido aprisionado entre la rebelión y el poder de la Palabra de Dios, más fuerte que su resistencia.
El texto proyecta sobre el Nuevo Testamento el drama de la Persona de Jesús y de su Palabra, que será también motivo de sufrimiento para Jesús y encontrará resistencia en los mismos discípulos.
2ª.- Carta a los romanos 12, 1-2 : " Ofreced vuestros cuerpos como hostia viva, y nos os ajustéis a este mundo" .
La misericordia de Dios se ha manifestado en la gratuidad de la salvación ofrecida a judíos y gentiles. La experiencia de esta misericordia urge al cristiano a convertir su vida en un servicio exclusivo a Dios y entrega a los hermanos. Antiguamente se sacrificaban víctimas animales para honrar a Dios; el cristiano, vivificado por el Espíritu de Dios, se sacrifica a sí mismo. Es el culto espiritual (razonable), que no se circunscribe a una espiritualidad desencarnada, sino que penetra y transforma la totalidad de la vida. Una vida así, según Dios, es incompatible con el espíritu del mundo. Por eso exige al cristiano una renovación constante para sintonizar en todo momento con la voluntad de Dios.
En el contexto de la Palabra de Dios de este domingo, la exhortación paulina es el eco de la Palabra de Jesús que propone a sus discípulos entregar la vida para recuperarla.
3ª.- Evangelio según san Mateo 16, 21-27 : "El que quiera venirse conmigo que se niegue a sí mismo, que cargue con su cruz y me siga. Si uno quiere salvar su vida la perderá, pero el que la pierda por mí la encotrará" .
Este pasaje está directamente relacionado con la profesión de fe que había emitido Pedro en Cesarea de Filipo (evangelio del domingo pasado). Allí se proclamaba la mesianidad de Jesús; ahora se perfilan los rasgos novedosos y sorprendentes de esta mesianidad y las implicaciones que tienen para los que siguen a Jesús.
Con el anuncio de la pasión, Jesús rompe las expectativas judías sobre un Mesías poderoso, que compartían los discípulos. A lo largo de la convivencia con los discípulos, Jesús les fue poniendo ante los ojos su destino de sufrimiento, muerte y resurrección.
Pedro, que representó a los discípulos en la confesión de Jesús, los representa también cuando se escandaliza ante las exigencias de Jesús. Confesando la identidad de Jesús, no pensaba según los hombres, sino que acogió la revelación del Padre; en cambio, a la hora de vivir las implicaciones de su fe, no piensa según Dios, sino según los hombres, y se convierte para Jesús en un eco de las tentaciones del desierto. La reacción de Pedro expresa muy bien la tentación a la que se ve sometida la iglesia a lo largo de los siglos: hacer de Jesucristo un factor de poder.
Es necesario un cambio radical de mentalidad. Por eso Jesús se dirige a los discípulos de todos los tiempos, que quieren seguirle, explicándoles que deben compartir su mismo camino: vivir la misma entrega y desprendimiento del Señor, para participar en su resurrección. Al final de los tiempos Jesús sólo podrá reconocer como suyos a los que en la vida llevaron el sello de una vida entregada como la del Maestro.
1. ¿Es la fe una póliza de seguros?. Es llamativa la sinceridad y la humildad que reflejan los autores de los evangelios. Escriben después de la muerte y resurrección de Jesús, cuando han compren- dido que sus expectativas tenían poco que ver con los designios de Dios; sin embargo no ocultan el rechazo que sintieron frente al horizonte que Jesús les mostraba: el Mesías tenía que sufrir y morir para resucitar.
El itinerario de los discípulos con Jesús es de lo más humano. Pedro se escandaliza tras el primer anuncio de la pasión. Después del segundo anuncio, los discípulos se "entristecen". Tras el tercer anuncio surgen luchas por los primeros puestos. Este esquema se repite de una u otra forma en los tres sinópticos. Seguir a Jesús era para ellos una forma de asegurar un futuro sin problemas.
Muchas veces pensamos que nuestra fe sea como una póliza de seguros contra todo riesgo. La pagamos con nuestra "fe", con nuestras oraciones y prácticas religiosas (e incluso hacemos limosnas y penitencias, promesas ...) y así nos consideramos con derecho a que Dios nos evite cualquier sufrimien-to en la vida. ¿Para qué me sirve mi fe, me digo, si Dios me ha mandado una enfermedad, una desgracia...? Esa actitud nos descubre a Jesús, no cree en él. Los discípulos de todos los tiempos hemos de redescubrir continuamente a Jesús como el verdadero y único camino que nos conduce a la vida, y la fe en Dios no es un recurso para vivir sin sobresaltos en esta vida sino para arriesgar la vida en favor de los hermanos.
2. El Hijo del Hombre tiene que padecer mucho, se despreciado... Dios creó al hombre a su imagen y semejanza, quiso que fuese su representante y su transparencia en el mundo. Sencillamente, quiere que el hombre sea como Él. Pero en el corazón del hombre existe una constante pretensión de hacer a Dios a imagen del hombre, y así nuestra pretensión de poder y grandeza la proyectamos hacia un Dios poderoso y grande, incluso vengativo. Por esto "era necesario", es la voluntad del Padre, que el Mesías tenga que padecer mucho, ser humillado...". Dios cambia así todas nuestras previsiones y proyecciones. El Dios, Padre de nuestro Señor Jesucristo, no es el Dios que nosotros creamos, sino el que nos modela a nosotros. En la pasión de Jesús él se ha revelado como amor supremo, perdón, entrega, generosidad.
A veces se dice: "No puedo creer en Dios, porque nadie puede estar por encima de los demás". El Dios manifestado en Jesucristo es, en cambio, quien se puso a nuestro servicio: "Por nosotros, los hombres, y por nuestra salvación bajo del cielo". Creo en Dios, que es el primer servidor del hombre.
3. "El que vive sin morir, muere sin haber vivido". El cristianismo no es una religión del sufrimiento. La cruz, que Jesús invita a tomar, no es una suma de padecimientos, que Cristo echa encima de nuestros hombros. La cruz es la expresión de un amor grande, que da la vida por los demás. Tomar la cruz es dar la vida; dar la vida es decir: no me pertenezco; mi tiempo, mi trabajo, mis posibilidades, las entrego. Tomar la cruz es "amar a los enemigos", "hacer el bien a los que os odian", "bendecir a los que os maldicen", "orar por los que os injurian". Todo esto está en la cruz de Jesús. Tomar la cruz con Jesús es vivir su misterio pascual, su paso: Jesús vivió el paso de vivir para sí al de ser y vivir por y para nosotros.
Jesús nos invita a tomar su cruz y a dar la vida, pero no para quedarnos en la muerte. Morir con Cristo es entrar en la vida con cada acto de entrega que hacemos. El programa de la cruz nos es un camino para quedar en la muerte sino para vivir en plenitud la vida, y esto en nuestro presente.
Se dice con cierta frecuencia que nuestras iglesias están llenas de crucificados, mientras que raramente se ve la figura del resucitado. Quizás ocurra que nos faltan ojos para ver la vida en la cruz , y la resurrección en la muerte con Cristo. Si no vemos en la cruz la gloria y la vida, difícilmente veremos la grandeza cristina y la vida verdadera en el programa de Jesús.
El Contexto de la institución de la Eucaristía en S. Lucas ( 22, 1-38) es muy instructivo. La institución eucarística está colocada antes de una disputa de los discípulos sobre quién será el mayor, y el anuncio de la entrada en escena de Satanás en el tiempo de la iglesia. Las tentaciones mesiánicas volverán a aparecer en la iglesia de todos los tiempos: la tentación del poder y de las grandezas humanas acompañarán continuamente a la iglesia de Cristo.
La Eucaristía es la defensa que Jesús nos ha dejado frente a esta tentación: Jesús, que permanece con nosotros hasta el fin de los tiempos, está siempre en medio de nosotros "como el que sirve". La Eucaristía, memorial de la muerte y resurrección de Jesús, lo es también del camino del creyente en Jesús.
Fr. Eliseo Rodríguez, o.p.
Convento de S. Esteban. Salamanca.
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